lunes, 15 de julio de 2013

Los misterios del cerebro I: El sexo de la mente




Los misterios del cerebro I: El sexo de la mente

Los hombres y las mujeres son diferentes. Piensan y se comportan de forma marcadamente diferente, esto es algo que podemos observar a diario. La mayoría de los comportamientos de cada uno de los sexos están dentro de unos estándares y, cuando alguno se sale de ellos, a todos nos resulta extraño. Éstas diferencias están generalizadas en prácticamente toda la población humana mundial. 



Pero ¿por qué somos diferentes? Hay mucha controversia al respecto. Muchos expertos en Ciencias Sociales y en Sociología del Género apuntan a que muchas de las diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres Son debidas a una marcada diferencia en la educación recibida desde pequeños. Sin embargo, expertos en Ciencias de la Vida y de la Salud defienden la idea de que dicha diferencia de comportamiento reside en diferencias biológicas entre éstos individuos. Ninguno de éstos dos colectivos niega por completo las ideas del otro, ambos coinciden en que parte de las diferencias pueden explicarse por la educación y parte por las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, pero ¿hasta dónde alcanza el papel de cada una? ¿Únicamente los instintos más básicos son determinados por la biología mientras que gran parte de las diferencias de comportamiento se deben a una educación diferente? o ¿realmente la biología tiene un papel más determinante en éstas diferencias de comportamiento?

Diversos experimentos han demostrado que el comportamiento sexual masculino o femenino en roedores depende de que nada más nacer el animal esté expuesto o no a la hormona sexual masculina por excelencia, la TESTOSTERONA. Si el animal es macho, tendrá los cromosomas XY, un gen del cromosoma Y desencadenará la formación de los testículos, éstos producirán testosterona y ésta testosterona cambiará el cerebro del animal "convirtiéndolo" en un cerebro masculino. Si se trata de una hembra, será XX, no tendrá el cromosoma Y, y esto no ocurrirá.  Por lo tanto, el cerebro se desarrolla por defecto como femenino y puede masculinizarse si se expone a testosterona. Si a un ratón macho se le castra nada más nacer, al no tener testículos no producirá ésta testosterona, si a éste animal le ponemos una hembra delante no intentará montarla.  En el caso de las hembras, si a una hembra recién nacida se le inyecta testosterona artificialmente, su cerebro se masculinizará y se comportará como un macho lo que ocasionará que si cuando sea adulta se le presenta una hembra, trate de montarla y penetrarla.

En los roedores, y también en los seres humanos, se ha visto que hay dos núcleos en el cerebro, de cuyos nombres no quiero acordarme, que son diferentes en machos y hembras, y que se encargan del comportamiento sexual. Éstos son los núcleos que cambian y se masculinizan o no dependiendo de si hay o no testosterona.


Pero esto sólo hace referencia al comportamiento sexual, ¿qué ocurre con todos esos comportamientos propios de los chicos o de las chicas que nada tienen que ver con el sexo? Se conocen otros muchos centros y núcleos cerebrales que son diferentes en los machos y en las hembras (sobre todo en cuanto al tamaño) y éstas diferencias se asocian con un gran abanico de comportamientos marcadamente distintos entre ellos, y que no tienen que ver con el comportamiento sexual.

Entonces, ¿gran parte de las diferencias entre chicos y chicas se deben a determinantes biológicos? Hay casos muy llamativos que pueden ayudarnos a responder la eterna pregunta, y a determinar qué peso tienen los determinantes biológicos y qué peso los educativos en las diferencias de comportamiento entre chicos y chicas. Uno de esos casos es el de John, un bebé de 8 meses quien en 1963, por culpa de una negligencia médica durante una operación de fimosis, perdió el pene. La cirugía de reconstrucción del pene no estaba tan avanzada en aquella época, por lo que, al no poder reconstruirle el pene, sus padres optaron por practicarle un cambio de sexo (que sí que era posible en aquel entonces). John se desarrolló como una niña (Joan), con el tratamiento hormonal pertinente para que su cuerpo adoptara forma de mujer. Se la educó a todas luces como una niña. Sin embargo, desde muy temprano, la niña mostró que su comportamiento no era como el de cualquier otra niña. Se sentía más atraída por los juegos y la compañía de los chicos desde pequeña, a pesar de los esfuerzos de sus padres y tutores de fomentar las actividades con sus compañeras. Al llegar a los 14 años empezó a revelarse, a estar incómoda con ella misma, y a pedir explicaciones a sus padres. Tanto fue así que se sometió a un cambio de sexo, volviendo con ello a su auténtica identidad de varón. John se sentía varón y se comportaba como un varón porque su cerebro se había masculinizado, era un cerebro de hombre. Esta es una prueba clara a favor de que muchos comportamientos varoniles se deben a ese cambio en el cerebro poco después de nacer, a esa masculinización provocada por la testosterona. Sin embargo, aunque éste no es el único caso de éste tipo que se conoce, hay que tener en cuenta que, por muy llamativo que sea, sólo se trata de un caso, y que por lo tanto, aunque la evidencia parece clara, no es ni mucho menos suficiente como para poder afirmar que el hecho de que los determinantes biológicos tengan un papel importante en el comportamiento diferenciado de hombres y mujeres esté científicamente demostrado.

Y si a estas alturas hay alguien que no se ha preguntado qué ocurre a nivel biológico con los homosexuales, podemos afirmar que hay científicos que sí lo han hecho.
Simon Le Vay
Simon le Vay estudió, a finales de los 80, las diferencias entre los cerebros de heterosexuales y los de homosexuales. Comparó los núcleos cerebrales  encargados del comportamiento sexual, (que como antes hemos comentado son diferentes en varones y mujeres), entre individuos heterosexuales de ambos sexos y homosexuales varones, todos de edades similares. Le Vay observó que estos núcleos, en varones homosexuales, eran más parecidos a los de las mujeres que a los de los varones heterosexuales, indicando un posible origen biológico de la homosexualidad. Existen otras pruebas sobre este posible origen biológico de la homosexualidad, hay estudios genéticos, por ejemplo, que muestran que existe una determinada predisposición genética a la homosexualidad por herencia de genes del cromosoma X.

Para terminar, decir que, si bien todas estas evidencias parecen indicar que la biología tiene una gran importancia en cómo se comportan de forma distinta los chicos y las chicas, todavía no son suficientes como para poder afirmarlo de forma rotunda. Todavía existe mucha controversia entre los expertos de las Ciencias Sociales y de las Ciencias de la Vida y será necesario que ambos remen juntos en los próximos años para entender por completo el peso real del papel de la biología y de la educación en estas diferencias de comportamiento.




1 comentario:

  1. Creo que soy tu unico comentarista.

    Cuando el mundo conozca tu blog, te arrepentiras de este post, y entonces, pondrás moderacion de comentarios.

    (En su dia lo comprenderas)

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