jueves, 22 de agosto de 2013



El sistema inmunitario I: La primera línea de defensa.

Nos sorprendería saber la enorme cantidad de amenazas a nuestra salud que nos rodean a diario. A nuestro alrededor, en nuestra vida cotidiana y diaria, están presentes muchísimos microorganismos, y amenazas de diversos tipos, capaces de provocarnos una enfermedad. Se trata, en muchos casos, de organismos que han ido perfeccionándose a lo largo de miles de años de evolución para invadirnos y aprovecharse de nosotros de diferentes maneras, muchas veces en perjuicio de nuestra propia salud. Sin embargo, la enfermedad es un estado excepcional para la gran mayoría de nosotros. Si las amenazas son tantas y tan perfectas, ¿cómo es posible ésto?. La respuesta está en una de las maquinarias más perfectas y maravillosas de la naturaleza, nuestro SISTEMA INMUNITARIO.
El sistema inmunitario está compuesto de muchas células, moléculas y mecanismos distintos. En este post, nos centraremos en aquellos que ocurren inmediatamente tras la invasión de nuestro organismo por parte de los patógenos.

Para empezar, nuestro organismo está protegido por un grueso muro protector que hace que los patógenos no puedan entrar con facilidad: la piel. Sin embargo hay entradas más fáciles (como la vía oral, la respiratoria y la rectal), y además con mucha frecuencia la piel puede dañarse al sufrimos una herida y exponer así la sangre al exterior, facilitando la entrada de los microorganismos.

Como se sabe, los microorganismos responsables de la mayoría de enfermedades son bacterias o virus, organismos muy diferentes a nosotros y que, por lo tanto, tienen diferencias que el organismo puede reconocer para identificarlos y, cuando ésto ocurre, los diferentes mecanismos de defensa se ponen en marcha. Éstas diferencias son, en la mayoría de casos, moléculas que se encuentran típicamente en la superficie de las bacterias y no de nuestras células, permitiendo así distinguir a nuestras defensas e impidiendo que nos ataquen a nosotros mismos.

Cuando un organismo patógeno invade nuestro cuerpo son muchas las defensas que caen sobre él. En primer lugar, hay varios tipos de células defensoras entre las que se encuentran los MACRÓFAGOS y distintos tipos de LEUCOCITOS (llamados comúnmente glóbulos blancos) que atacan a las bacterias.
Reconocen a grandes rasgos las diferencias que existen entre la superficie bacteriana y la de nuestras células (las moléculas de superficie antes comentadas). Una vez reconocidas, matan a las bacterias utilizando dos tipos de mecanismos: el primero de ellos, típico de macrófagos (entre otras células), consiste en comerse literalmente a las bacterias en un proceso llamado fagocitosis. Nuestras células encargadas de esto son mucho más grandes que las bacterias y pueden comérselas y digerirlas en su interior, matándolas de esta forma.
El segundo consiste en liberar unas vesículas que nuestras células defensivas guardan en su interior y que contiene muchas proteínas y sustancias que favorecen la degradación de la membrana de las bacterias, matándolas. En este caso se trata de digerir a las bacterias sin necesidad de comérsela, expulsando las sustancias que las degradan y es típico de algunos leucocitos. Todas estas células van patrullando por nuestra sangre y nuestros órganos continuamente, eliminando así todo lo que encuentran y reconocen como extraño y no propio.


También existen otras células que actúan como centinelas, que al reconocer a los microorganismos, lanzan señales químicas que atraen a las células defensivas a la zona y provocan una reacción de inflamación para combatir el daño.*1

Además de las células defensivas, en nuestra sangre también hay una serie de proteínas que se “pegan” en la superficie de las bacterias y sobre esta interaccionan unas proteínas con otras provocando una reacción en cadena que produce agujeros en la membrana de las bacterias, de forma que éstas no pueden retener sus componentes interiores, ni mantener en el exterior los componentes que no les interesan, y acaban muriendo. Además también hay muchas proteínas que también se “pegan” a la superficie de las bacterias, y ayudan a que las células defensivas las reconozcan como extrañas y las eliminen.


Estos sistemas de defensa son generales y atacan por igual a todas las bacterias dañinas para la salud por el mero echo de ser bacterias, aprovechando las diferencias entre éstas y nuestras células. Sin embargo en muchos casos ésto no es suficiente, ya que los microorganismos tienen mecanismos muy sofisticados para evadir las defensas, por ejemplo, los virus, de los que no hemos hablado todavía, entran en el interior de nuestras células y evitan así ser atacados por estos mecanismos. Por ello, es necesaria también una respuesta específica, es decir, unas defensas capaces de reconocer a cada microorganismo de forma individual y de atacarlo específicamente, tanto si se encuentra fuera como si se encuentra dentro de nuestras células. ¿Esto es posible? ¿puede el cuerpo humano reconocer cada uno de los microorganismos específicamente?, incluso si esto fuera así, sabemos que todos los organismos cambian continuamente por mecanismos de la evolución. Los microorganismos especialmente, cambian con mucha rapidez de ahí que surja una pregunta, si nuestros genes son siempre los mismos ¿nuestro organismo puede reconocer a los microorganismos producto de estos cambios?. La respuesta nos lleva a mecanismos realmente sorprendentes e inimaginables, las verdaderas maravillas del sistema inmunitario, de las que hablaremos en el próximo post.





*1Esto, como bien sabemos, también ocurre por una destrucción de algún tejido cuando sufrimos un golpe, etc.