Los misterios
del cerebro I: El sexo de la mente
Los hombres y
las mujeres son diferentes. Piensan y se comportan de forma marcadamente
diferente, esto es algo que podemos observar a diario. La mayoría de los
comportamientos de cada uno de los sexos están dentro de unos estándares y,
cuando alguno se sale de ellos, a todos nos resulta extraño. Éstas diferencias
están generalizadas en prácticamente toda la población humana mundial.
Pero ¿por qué
somos diferentes? Hay mucha controversia al respecto. Muchos expertos en
Ciencias Sociales y en Sociología del Género apuntan a que muchas de las
diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres Son debidas a una marcada
diferencia en la educación recibida desde pequeños. Sin embargo, expertos en
Ciencias de la Vida y de la Salud defienden la idea de que dicha diferencia de
comportamiento reside en diferencias biológicas entre éstos individuos. Ninguno
de éstos dos colectivos niega por completo las ideas del otro, ambos coinciden
en que parte de las diferencias pueden explicarse por la educación y parte por
las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, pero ¿hasta dónde alcanza
el papel de cada una? ¿Únicamente los instintos más básicos son determinados
por la biología mientras que gran parte de las diferencias de comportamiento se
deben a una educación diferente? o ¿realmente la biología tiene un papel más
determinante en éstas diferencias de comportamiento?
Diversos
experimentos han demostrado que el comportamiento sexual masculino o femenino
en roedores depende de que nada más nacer el animal esté expuesto o no a la
hormona sexual masculina por excelencia, la TESTOSTERONA. Si el animal es
macho, tendrá los cromosomas XY, un gen del cromosoma Y desencadenará la
formación de los testículos, éstos producirán testosterona y ésta
testosterona cambiará el cerebro del animal "convirtiéndolo" en un
cerebro masculino. Si se trata de una hembra, será XX, no tendrá el
cromosoma Y, y esto no ocurrirá. Por lo
tanto, el cerebro se desarrolla por defecto como femenino y puede
masculinizarse si se expone a testosterona. Si a un ratón macho se le
castra nada más nacer, al no tener testículos no producirá ésta testosterona,
si a éste animal le ponemos una hembra delante no intentará montarla. En el caso de las hembras, si a una hembra
recién nacida se le inyecta testosterona artificialmente, su cerebro se
masculinizará y se comportará como un macho lo que ocasionará que si cuando sea
adulta se le presenta una hembra, trate de montarla y penetrarla.
En los
roedores, y también en los seres humanos, se ha visto que hay dos núcleos en el
cerebro, de cuyos nombres no quiero acordarme, que son diferentes en machos y
hembras, y que se encargan del comportamiento sexual. Éstos son los núcleos que
cambian y se masculinizan o no dependiendo de si hay o no testosterona.
Pero esto sólo
hace referencia al comportamiento sexual, ¿qué ocurre con todos esos
comportamientos propios de los chicos o de las chicas que nada tienen que ver
con el sexo? Se conocen otros muchos centros y núcleos cerebrales que son
diferentes en los machos y en las hembras (sobre todo en cuanto al tamaño) y
éstas diferencias se asocian con un gran abanico de comportamientos
marcadamente distintos entre ellos, y que no tienen que ver con el
comportamiento sexual.
Entonces,
¿gran parte de las diferencias entre chicos y chicas se deben a determinantes
biológicos? Hay casos muy llamativos que pueden ayudarnos a responder la eterna
pregunta, y a determinar qué peso tienen los determinantes biológicos y qué
peso los educativos en las diferencias de comportamiento entre chicos y chicas.
Uno de esos casos es el de John, un bebé de 8 meses quien en 1963, por culpa de
una negligencia médica durante una operación de fimosis, perdió el pene. La
cirugía de reconstrucción del pene no estaba tan avanzada en aquella época, por
lo que, al no poder reconstruirle el pene, sus padres optaron por practicarle
un cambio de sexo (que sí que era posible en aquel entonces). John se
desarrolló como una niña (Joan), con el tratamiento hormonal pertinente para
que su cuerpo adoptara forma de mujer. Se la educó a todas luces como una niña.
Sin embargo, desde muy temprano, la niña mostró que su comportamiento no era
como el de cualquier otra niña. Se sentía más atraída por los juegos y la compañía
de los chicos desde pequeña, a pesar de los esfuerzos de sus padres y tutores
de fomentar las actividades con sus compañeras. Al llegar a los 14 años empezó
a revelarse, a estar incómoda con ella misma, y a pedir explicaciones a sus
padres. Tanto fue así que se sometió a un cambio de sexo, volviendo con
ello a su auténtica identidad de varón. John
se sentía varón y se comportaba como un varón porque su cerebro se había masculinizado,
era un cerebro de hombre. Esta es una prueba clara a favor de que muchos
comportamientos varoniles se deben a ese cambio en el cerebro poco después de
nacer, a esa masculinización provocada por la testosterona. Sin embargo,
aunque éste no es el único caso de éste tipo que se conoce, hay que tener en
cuenta que, por muy llamativo que sea, sólo se trata de un caso, y que por lo
tanto, aunque la evidencia parece clara, no es ni mucho menos suficiente como
para poder afirmar que el hecho de que los determinantes biológicos tengan un
papel importante en el comportamiento diferenciado de hombres y mujeres esté
científicamente demostrado.
Y si a estas
alturas hay alguien que no se ha preguntado qué ocurre a nivel biológico con
los homosexuales, podemos afirmar que hay científicos que sí lo han hecho.
Simon le Vay estudió, a finales de los 80, las diferencias entre los cerebros
de heterosexuales y los de homosexuales. Comparó los núcleos cerebrales encargados del comportamiento sexual, (que
como antes hemos comentado son diferentes en varones y mujeres), entre
individuos heterosexuales de ambos sexos y homosexuales varones, todos de
edades similares. Le Vay observó que estos núcleos, en varones homosexuales,
eran más parecidos a los de las mujeres que a los de los varones
heterosexuales, indicando un posible origen biológico de la homosexualidad.
Existen otras pruebas sobre este posible origen biológico de la homosexualidad,
hay estudios genéticos, por ejemplo, que muestran que existe una determinada
predisposición genética a la homosexualidad por herencia de genes del cromosoma
X.
Simon Le Vay |
Para terminar,
decir que, si bien todas estas evidencias parecen indicar que la biología tiene
una gran importancia en cómo se comportan de forma distinta los chicos y las
chicas, todavía no son suficientes como para poder afirmarlo de forma rotunda.
Todavía existe mucha controversia entre los expertos de las Ciencias Sociales y
de las Ciencias de la Vida y será necesario que ambos remen juntos en los
próximos años para entender por completo el peso real del papel de la biología
y de la educación en estas diferencias de comportamiento.
Creo que soy tu unico comentarista.
ResponderEliminarCuando el mundo conozca tu blog, te arrepentiras de este post, y entonces, pondrás moderacion de comentarios.
(En su dia lo comprenderas)