El
sistema inmunitario I: La primera línea de defensa.
Nos
sorprendería saber la enorme cantidad de amenazas a nuestra salud
que nos rodean a diario. A nuestro alrededor, en nuestra vida
cotidiana y diaria, están presentes muchísimos microorganismos, y
amenazas de diversos tipos, capaces de provocarnos una enfermedad. Se
trata, en muchos casos, de organismos que han ido perfeccionándose a
lo largo de miles de años de evolución para invadirnos y
aprovecharse de nosotros de diferentes maneras, muchas veces en
perjuicio de nuestra propia salud. Sin embargo, la enfermedad es un
estado excepcional para la gran mayoría de nosotros. Si las amenazas
son tantas y tan perfectas, ¿cómo es posible ésto?. La respuesta
está en una de las maquinarias más perfectas y maravillosas de la
naturaleza, nuestro SISTEMA INMUNITARIO.
El
sistema inmunitario está compuesto de muchas células, moléculas y
mecanismos distintos. En este post, nos centraremos en aquellos que
ocurren inmediatamente tras la invasión de nuestro organismo por
parte de los patógenos.
Para
empezar, nuestro organismo está protegido por un grueso muro
protector que hace que los patógenos no puedan entrar con facilidad:
la piel. Sin embargo hay entradas más fáciles (como la vía oral,
la respiratoria y la rectal), y además con mucha frecuencia la piel
puede dañarse al sufrimos una herida y exponer así la sangre al
exterior, facilitando la entrada de los microorganismos.
Como
se sabe, los microorganismos responsables de la mayoría de
enfermedades son bacterias o virus, organismos muy diferentes a
nosotros y que, por lo tanto, tienen diferencias que el organismo
puede reconocer para identificarlos y, cuando ésto ocurre, los
diferentes mecanismos de defensa se ponen en marcha. Éstas
diferencias son, en la mayoría de casos, moléculas que se
encuentran típicamente en la superficie de las bacterias y no de
nuestras células, permitiendo así distinguir a nuestras defensas e
impidiendo que nos ataquen a nosotros mismos.
Cuando
un organismo patógeno invade nuestro cuerpo son muchas las defensas
que caen sobre él. En primer lugar, hay varios tipos de células
defensoras entre las que se encuentran los MACRÓFAGOS y distintos
tipos de LEUCOCITOS (llamados comúnmente glóbulos blancos) que
atacan a las bacterias.
Reconocen a grandes rasgos las diferencias
que existen entre la superficie bacteriana y la de nuestras células
(las moléculas de superficie antes comentadas). Una vez reconocidas,
matan a las bacterias utilizando dos tipos de mecanismos: el primero
de ellos, típico de macrófagos (entre otras
células), consiste en comerse literalmente a las bacterias en
un proceso llamado fagocitosis. Nuestras células encargadas de esto
son mucho más grandes que las bacterias y pueden comérselas y
digerirlas en su interior, matándolas de esta forma.
El segundo
consiste en liberar unas vesículas que nuestras células defensivas
guardan en su interior y que contiene muchas proteínas y sustancias
que favorecen la degradación de la membrana de las bacterias,
matándolas. En
este caso se trata de digerir a las bacterias sin necesidad de
comérsela, expulsando las sustancias que las degradan y es típico
de algunos leucocitos. Todas estas células van patrullando por
nuestra sangre y nuestros órganos continuamente, eliminando así
todo lo que encuentran y reconocen como extraño y no propio.
También
existen otras células que actúan como centinelas, que al reconocer
a los microorganismos, lanzan señales químicas que atraen a las
células defensivas a la zona y provocan una reacción de inflamación
para combatir el daño.*1
Además
de las células defensivas, en nuestra sangre también hay una serie
de proteínas que se “pegan” en la superficie de las bacterias y
sobre esta interaccionan unas proteínas con otras provocando una
reacción en cadena que produce agujeros en la membrana de las
bacterias, de forma que éstas no pueden retener sus componentes
interiores, ni mantener en el exterior los componentes que no les
interesan, y acaban muriendo. Además también hay muchas proteínas
que también se “pegan” a la superficie de las bacterias, y
ayudan a que las células defensivas las reconozcan como extrañas y
las eliminen.
Estos
sistemas de defensa son generales y atacan por igual a todas las
bacterias dañinas para la salud por el mero echo de ser bacterias,
aprovechando las diferencias entre éstas y nuestras células. Sin
embargo en muchos casos ésto no es suficiente, ya que los
microorganismos tienen mecanismos muy sofisticados para evadir las
defensas, por ejemplo, los virus, de los que no hemos hablado
todavía, entran en el interior de nuestras células y evitan así
ser atacados por estos mecanismos. Por ello, es necesaria también
una respuesta específica, es decir, unas defensas capaces de
reconocer a cada microorganismo de forma individual y de atacarlo
específicamente, tanto si se encuentra fuera como si se encuentra
dentro de nuestras células. ¿Esto es posible? ¿puede el cuerpo
humano reconocer cada uno de los microorganismos específicamente?,
incluso si esto fuera así, sabemos que todos los organismos cambian
continuamente por mecanismos de la evolución. Los microorganismos
especialmente, cambian con mucha rapidez de ahí que surja una
pregunta, si nuestros genes son siempre los mismos ¿nuestro
organismo puede reconocer a los microorganismos producto de estos
cambios?. La respuesta nos lleva a mecanismos realmente sorprendentes
e inimaginables, las verdaderas maravillas del sistema inmunitario,
de las que hablaremos en el próximo post.
*1Esto,
como bien sabemos, también ocurre por una destrucción de algún
tejido cuando sufrimos un golpe, etc.